lunes, 20 de septiembre de 2010

Segunda práctica: Santo Domingo

Cuando eres pequeño todo parece mucho mayor, se ven las cosas desde otra perspectiva. Incluso el tiempo parece variar y vivimos los segundos como si fuesen horas.
Una mañana, cuando era pequeña, me fui con mi padre al mercado. Nada más entrar fui directa a mi puesto preferido donde estaban los sacos con semillas. Me encantaba coger un puñado de semillas e ir soltándolas poco a poco. Levanté la mirada y sin darme cuenta mi padre se había ido y yo me había perdido. Empecé a buscarlo entre la gente pero todos eran demasiado altos.
El vendedor de la tienda, que ya me conocía, me cogió en brazos y me puso encima del mostrador para que pudiese buscarlo mejor. Fueron cinco minutos interminables y gracias al vendedor pude volver donde mi padre que me esperaba con los brazos abiertos.

Con los años la gente y los lugares cambian con frecuencia. El Mercado de Santo Domingo ha sufrido varias modificaciones desde su construcción en 1877. En un clima de fiesta cotidiana, los vecinos hacían del acto de comprar verduras, frutas y otros alimentos un espectáculo protagonizado por el regateo, los cotilleos, la amistad y la pelea por la tierras. Ahora todo ha cambiado pero, sin embargo, el mercado pamplonés mantiene cierto ambiente cercano, ese encanto y magia que te arropan nada más cruzar las puertas de cristal.







lunes, 13 de septiembre de 2010

Primera práctica: La historia de un árbol

El olivo es un árbol símbolo de paz, fraternidad, concordia y un sin fin de atributos positivos.
Si te paras delante de un árbol de este tipo observarás que parte de sus raíces se quedan en la superficie pero las más fuertes se esconden bajo la tierra, al igual que los humanos escondemos parte de nuestras raíces para protegerlas de la lluvia.

Se dice que los árboles tienen cierta similitud con el ser humano. Para comprender esto debemos reconocer la Naturaleza que llevamos dentro. Todos tenemos un árbol en nuestro interior. Así como ellos cambian sus hojas y se renuevan con las estaciones, nosotros los humanos nos desprendemos de las viejas estructuras y falsas identidades, de la falsa concepción de la riqueza. El ser humano no reconoce aún su tesoro. Necesitamos deshacernos de la venda que produce nuestra profunda ceguera, ésa que se traduce en la falta de amor.

Debemos respetar a los árboles pues de sus hojas fluye la vida, la bondad y la armonía. Sus frutos muchas veces nos sirven de terapia y su sombra nos acaricia cuando la necesitamos.
El árbol tiene derecho a ser respetado como todos nosotros, pues nos proporcionan bienestar y seguridad. Basta con mirarlos para sentir su dulzura, basta con tocarlos para sentir su paz.